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CÓRDOBA, ¡LLENA ERES DE GRACIA!

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Llegaba la hora y el Santísimo Cristo de Gracia, parecía que quería apurar el minutero
para salir de la que durante tres días había sido su casa y, ¡vaya casa, la Santa iglesia
Catedral! De esta forma, sobre las 9 de la tarde, con la noche ya hecha dueña del
cielo cordobés, se escucharon las notas de una sensacional adaptación de la banda
sonora del conocido largometraje “La Misión” en el patio de los Naranjos, al tiempo
que por la puerta, llamada “De las Cofradías”, se empezaba a degustar el humeante
olor a incienso que desprendían el cuerpo de 8 acólitos que acompañaban al Señor.
Una ingente cantidad de público abarrotaba el vergel catedralicio de tal forma que
hasta hacía difícil el tránsito de la cofradía por el empedrado sendero. Y, de repente,
las andas del Santísimo Cristo de Gracia se asomaron por fin a la puerta, regalando la
primera de las sorpresas a los fieles que en aquel emblemático lugar se agolpaban: El
Señor lucía en solitario encima de su calvario, sin la presencia de las Santas imágenes
que tradicionalmente lo acompañan. Una estampa inédita y que maravilló a todos los
allí congregados.
Guiado por un amplio cortejo formado por más de doscientos hermanos, y arropado
por su Agrupación Musical, recorrió los escasos 80 metros que lo separaban de la
puerta del Perdón en algo más de 30 minutos mecido por la música celestial como la
de su propio himno, Gloria Tibi Trinitas o Pange Lingua. No se puede elegir un
repertorio más maravilloso para despedirse del Templo catedralicio.
A la vuelta de la esquina estaba el lugar elegido para ofrecer un nuevo presente, el
estreno de la marcha “La Cruz del Nuevo Mundo”. La lenvatá de esa chicotá tuvo una
dedicatoria especial para nuestras hermanas del convento de la Encarnación,
fantástica manera , la elegida, para adentrarse en las sinuosas callejas de la judería,
donde sus estrecheces pusieron, una vez más, a prueba la capacidad y la calidad del
trabajo de la impresionante cuadrilla de costaleros, así como del más que
contrastado equipo de capataces.

Solo con aparecer por la Cruz del rastro, nos bastó para confirmar la sospecha de que
toda la Córdoba cofrade se había echado a la calle para acompañar al Cristo de Gracia
en tan ilustre celebración. Incluso hubo quien comentó: “parece Domingo de
Ramos”. Yo creo que se quedaron cortos.

Con fuerza y sobriedad se encaró la subida de la calle de la feria acompasados por
marchas como “Oración”, “La oración en el huerto”, “Coronación” o “Virgen de la
Hiniesta”. Magnífico repertorio para tan magnífica cuadrilla, que provocó los
constantes aplausos de los allí congregados. Nuestros hermanos de las Cofradías del
Huerto y de la Virgen de la Cabeza, salieron a saludarnos al arco de San Francisco.
Pero lo mejor estaba aún por llegar. Y así lo vaticinaba el armonioso ritmo de caja
china con el comienza la ya célebre marcha “El principio de un sueño” en el mismo
cancel de San Pablo. Tras atravesar la plaza del Realejo, nos disponemos a asistir a
otra de las citas ineludibles de la noche. La casa Hermandad de la Borriquita era el
lugar elegido para este sencillo, pero emotivo acto, en el que Antonio Prieto
interpretó el Himno al Santísimo Cristo de Gracia, con los acordes de la Agrupación
Musical de fondo. Precioso dueto, precedido por el lujo de los versos de nuestro
querido hermano Fermín Pérez, que emocionaron a los allí presentes.
Y de esta guisa, nos adentrábamos en nuestro barrio, que se echó en pleno a la calle
para recibir a “su vecino más grande”.
Con este espíritu de celebración, recorrimos San Lorenzo y María Auxiliadora con
marchas celebres igualmente, como “O pecador”, “Orando al cielo” o “Alma de Dios”,
entre otras; con parada obligatoria a las puertas de la Casa Salesiana, donde se
dedicó la marcha “Ángeles Salesianos” en memoria de los difuntos de la Hermandad
vecina del Prendimiento.
La Plaza que lleva su nombre, esperaba al Cristo Mexicano con las puertas abiertas de
par en par, bien guapa y engalanada para la ocasión, como no podía ser de otra
manera. Costaba cada vez más contener la emoción, conscientes de que la fiesta
tocaba a su fin y que el Señor se recogería en breve para reunirse nuevamente con su
Madre de Dolores y Misericordia, que lo esperaba con anhelo, después de su efímero
periplo cordobés.

En la puerta de la Iglesia, lo recibía, nuestra hermana, Maria Isabel España, para
despedirlo como mandan los cánones, cantándole su última saeta como cada Jueves
Santo, como antaño lo hicieron siempre los grandes saeteros cordobeses, entre ellos
la siempre recordada, María la Talegona. Guión seguido, el paso enfiló hacia su casa
a sones de marchas como La Saeta, el precioso Ave María de Cacini y, para terminar
como empezó todo… LA MISIÓN. Recital de ensueño para concluir una memorable
jornada.
Por si a esas alturas de la noche a alguien no le había podido la emoción todavía, ya
con el Señor dentro del cocherón, se interpretó la marcha “Que Dios os guarde en el
Cielo”, del maestro Jesús Lora, dedicada a todos los hermanos que vieron la
Extraordinaria desde el palco Vip, situado a la derecha del Padre.
No me puedo despedir sin dar las gracias a todos las personas de fe, que nos
acompañaron durante la noche, especialmente a nuestros hermanos de las Cofradías
del Prendimiento, Caído, Conversión, Caridad, Via Crucis y Rescatado. En días tan
señalados es donde relucen las señas de hermandad. Muchas gracias, hermanos.
Rondaban las 3,00 de la mañana, cuando Luis Miguel Carrión ordenó, por última vez,
posar los zancos sobre el suelo a la voz de “ahí queó”. Se hizo un silencio sepulcral en
la nave, sólo interrumpido por el rezo de un Padrenuestro que se escuchaba bajo las
andas. El Señor de la Vida y de la Gracia volvía a su casa después de derramar Gracia
por media Córdoba en una jornada que ya quedará grabada con letras de oro, por
siempre, en los corazones de todos nosotros.
¡CORDOBA, LLENA ERES DE GRACIA!

LISARDO JAVIER ROMERO MORENO
Rector de Estación de Penitencia

 

Fotografías: Rafael Montenegro Camuñas