Formación Abril 2018 – Creo en la Resurrección
Nuestro hermano Javier Fernández es quien nos narra este mes nuestra catequesis de formación mensual.
Tras un mes de marzo largo e intenso, pasada la Semana Santa y todavía con la ropa oliendo a incienso, empezamos el mes de abril con nuestra tradicional formación mensual, con la que concluimos el credo, con la parte más importante de todas y lo que le da sentido a nuestra fe y religión, la Resurrección de Jesús. Esta sesión complementa a la Cuaresmal, donde nos detuvimos en la Comunión de los Santos, el perdón de los Pecados e hicimos un pequeño atisbo de lo que desgranaríamos este mes, La Resurrección.
Porque lo primero que debemos destacar es, que si Jesús murió en la Cruz y no resucitó, ninguno de nosotros seríamos cristianos ni celebraríamos nuestra fe. La resurrección es lo que le da sentido a nuestra fe y a nuestra vida. Dicho esto, centrémonos en la resurrección como hecho.
Para empezar, debemos distinguir entre lo que es resurrección y revivificación. Por supuesto, no son sinónimos aunque tengan cierto parecido. Primero, la revivificación es volver a la vida, a la vida terrenal, la de carne y hueso, como Jesús hizo con Lázaro, pero que más tarde vuelve al mismo punto, a la muerte. La resurrección, por el contrario, no significa que Jesús vuelva en cuerpo a caminar entre los mortales, sino que está entre nosotros, no es algo tangible, que podamos tocar con nuestras manos, ni que podamos meter nuestros dedos en sus llagas, si no que en las llagas de Cristo, ahí, en los peores sitios de este mundo, en la pobreza o en las personas que pasan hambre, ahí encontramos nosotros a Cristo resucitado y es donde podemos acercarnos a él.
En segundo lugar, la resurrección no es un hecho histórico, no sucede en un punto geográfico concreto ni en un tiempo exacto, no tiene unas coordenadas concretas. Jesús resucitado está con nosotros, y así lo dicen las escrituras. El Evangelio de la resurrección de Jesucristo comienza con el ir de las mujeres hacia el sepulcro, temprano en la mañana del día después del sábado. Se dirigen a la tumba, para honrar el cuerpo del Señor, pero la encuentran abierta y vacía. Un ángel les dice: «Vosotras no temáis» (Mt 28,5), y les manda llevar la noticia a los discípulos: «Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea» (v. 7). Las mujeres se marcharon a toda prisa y, durante el camino, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán» (v. 10). ¿Qué significa que vayan a Galilea? Galilea es el lugar de la primera llamada, donde todo empezó. Volver allí, volver al lugar de la primera llamada. Jesús pasó por la orilla del lago, mientras los pescadores estaban arreglando las redes. Los llamó, y ellos lo dejaron todo y lo siguieron (cf. Mt 4,18-22). Por eso, después de la muerte de Jesús, los discípulos volvieron a lo que sabían hacer, entre otras cosas pescar, Jesús los vuelve a llamar, para decirles que no es eso lo que les había enseñado. Por eso los manda a Galilea, no como un lugar geográfico concreto, sino como signo de acercarnos a las llagas de Jesús, donde no querían volver, donde los conocía todo el mundo, allí es donde deben de ir, para encontrarlo a él.
En esta sesión hemos podido comprender lo que significa realmente la resurrección de Jesús, una tarea nada fácil y que nos ayuda a comprender el verdadero sendero de nuestra fe, analizando cada metáfora que se nos presenta en los evangelios a cada palabra que vamos leyendo. En definitiva, “bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (Juan, 20:29).