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Formación Noviembre 2017 – ¿Quién es Dios?

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16-03-06-Return-of-the-Prodigal-Son

Formación Noviembre 2017 – ¿Quién es Dios?

16-03-06-Return-of-the-Prodigal-Son

Tras un mes de octubre, donde hicimos un estudio histórico, adentrándonos en el arduo pero curioso campo de los concilios y donde comprendimos la necesidad, el por qué, el trasfondo y la repercusión de los mismos, este mes de noviembre ha sido enfocado sobre la primera frase del Credo: CREO EN DIOS PADRE. La pregunta ha sido sencilla, pero a la vez profunda, muy profunda. Creo en Dios, sí,
pero… ¿Quién es Dios? Para unos, consuelo; para otros, gracia; para otros, es lo que tenemos todos y cada uno; para otros, es amor… Multitud de tímidas respuestas. Para saber quién es Dios, debemos de adentrarnos en el Libro Sagrado. En el antiguo testamento, la figura de Dios se nos presenta como el Todopoderoso, Señor de los Ejércitos, el que nos venga de los Enemigos, al que debemos temer. Sin embargo, ese no es, ciertamente, en el Dios que hoy en día creemos los cristianos… ¿O aún sí? Jesús nos presenta una nueva imagen de Dios, una imagen que nada tiene que ver con el Dios de los fariseos, como hemos podido escuchar en el evangelio de este domingo. Un Dios que es más madre que padre, un Dios misericordioso, un Dios de la bondad, de la esperanza, del perdón. Y para ello nos hemos detenido en una de las parábolas más hermosas del evangelio, la del Hijo Pródigo. En la figura del padre de la parábola vemos reflejada la imagen del nuevo Dios, del Dios de Jesús. Este se muestra como un padre que espera que vuelva su hijo, que lo perdona aun sin escuchar el perdón de sus labios, que no le pide explicaciones, que lo abraza, que lo besa, que prepara una fiesta en su
honor. No obstante, debemos detenernos también en la figura del hijo mayor, pues suele ser siempre el secundario cuando explicamos o leemos la parábola, sin reparar en que este es el personaje en el que Jesús quiere que nos veamos reflejados, del que debemos de
servirnos para sacar nuestra propia moraleja (pues es una parábola que queda inacabada, dejando el final en el aire). El hermano mayor se enfada ante tal suceso, recriminándole al padre la fidelidad y lealtad que siempre ha tenido hacia él, y cómo este nunca se lo ha pagado con una fiesta; mientras que su hermano, aun habiéndose gastado la herencia y sido un libertino, había sido recompensado con la matanza del novillo cebado y una gran fiesta. ¿Y nosotros, a qué Dios buscamos? ¿Somos como ese hijo mayor que esperaba a un
Dios vengativo y castigador, que hubiese hecho rendir cuentas al hijo pródigo tras su vuelta a casa? ¿O somos el hijo que entraría a la fiesta y actuaría igual que el padre, sin reprochar nada al hermano menor y recibiéndolo con el mayor de los abrazos? Muchas veces, de manera inconsciente, preferimos ser del Dios del Antiguo Testamento, del Dios que alimenta mi ira y que hace lo que yo quiero; en vez del Dios del Nuevo Testamento, el Dios que Pide que cambie mi corazón y que actué única y exclusivamente por AMOR.